domingo, 6 de julio de 2014

De repente tú y mil mariposas

¿Os imagináis un precipicio lleno
de mariposas que no saben volar?

Sin quererlo empezaste a quitarme
la oscuridad de las pupilas
y el tiempo asustado que había entre mis manos.
Salí del reloj que guardaba agujas rotas
y no pudimos evitar salvarnos inesperadamente
no pude evitarte,
ahora sé que tampoco lo hubiese hecho.

Fuiste la mirada inmediata
en la que supe que me quedaría a vivir durante el frío otoño
con etiqueta de pesadilla que me invadió antes de ti.
Fue entonces cuando vi crecer mariposas con veinticuatro vidas
por delante y un par de oportunidades que gastar.
No se cansan de golpear con fuerza
mi estómago y vuelan fugaces en mis venas,
esperando la caída.

La Luna ya no llora en los vacíos
sin fondo porque guardas en tu piel
la enormidad de un estallido a punto
de parar el mundo y no quiero bajarme en las próximas caricias.
Eres el vértigo adecuado al que acudir cuando tengo miedo
 y no sé a quién abrazar.
La cuesta abajo en tus dedos
es tan rápida que no pienso,
solo siento y te quiero.

No sé si eres el problema o la solución
de mi vida pero me da igual porque no paro de hacer escapismo
en cada sílaba de tu nombre y es que eres el mejor de mis impulsos.
Eres paz y guerra.
Sueños e insomnios.
Seguridad y miedos.
Dudas y aciertos.
A veces, todo al mismo tiempo.
Me gusta lo aleatorio y me gustas tú.
Eres en mi cabeza y estás en el resto,
imagínate en el todo, amor
y no te vayas.

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